El pasado 11 de septiembre un grupo de feministas irrumpieron en un evento del aspirante a dirigente de MORENA, Mario Delgado. Una vez que se hicieron de la palabra, se posicionaron en contra de la candidatura de Cristóbal Arias Solís, por su pasado de violencia de género y su intento de feminicidio.
A esto, Cristóbal Arias respondió demeritando la demanda de las feministas, que fue un hecho aislado del pasado. Es comprensible que sea difícil de asimilar para el Senador que hoy en día estas cuestiones ya no se callan. Cristóbal Arias creció en otros tiempos, pero eso no lo exenta de que reproduzca las viejas prácticas sexistas y violentas. Este error le costó el apoyo de los y sobre todo las militantes de MORENA, pues diversos dirigentes, militantes y simpatizantes se han pronunciado en contra de la violencia de género y, sobre todo, en contra de que el partido ampare a personajes con antecedentes de ésta índole.
Para la patente mala suerte del senador Cristóbal, hace poco salió a la luz otra denuncia de violencia de género, pero esta vez para el aspirante a dirigente de MORENA, Porfirio Muñoz Ledo. Esta denuncia demuestra dos cosas: por una parte, las agresiones de género no son “hechos aislados”, son prácticas que se siguen reproduciendo y se tienen que acabar. Y, por otro lado, demuestra que MORENA, que se ha visto algo distante de la lucha feminista, tiene que poner especial atención en la agenda de género.
El hacer caso omiso de las demandas de las feministas y de las militantes de MORENA, equivale a romper con un sector importante y numeroso de la población mexicana. En pocas palabras, si MORENA no toma cartas urgentes en los casos de Muñoz Ledo y Arias Solís, está anunciando que el partido ya no le interesa representar a las mujeres violentadas en México.
Para cualquiera que esté en una posición de poder, el hacer caso omiso de las demandas de un sector oprimido aludiendo a una inexistente neutralidad, equivale a posicionarse a favor del opresor.